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Si al sujeto se le somete a una emoción pura, como el dolor, todos sus movimientos, desde los más nimios hasta los relevantes, estarán traspasados de dolor, otorgandose una estética al conjunto, de gran efecto, como veremos después, en los espectadores. esa estética se convierte también en ética cuando la aplicamos a todas las posibles relaciones que el sujeto establece con otros, puesto que la coreografía completa y su interacción con los espectadores en una suerte de microsociedad.